La barraca como construcción tradicional de la huerta
La barraca: auténtica, funcional, de bajo coste y sincera arquitectura.
“Vivienda popular en la que vive una familia de modestos agricultores intensivos, cavadores y no labradores, jardineros más que agricultores, que apenas tienen productos que guardar porque los venden a diario o semanalmente en los mercados, que viven de día y de noche al mismo cuidado de sus delicados cultivos y que pueden alimentarse, casi de un modo autóctono, de los productos que le da, en tres o cuatro mil metros cuadrados de terreno, la más exuberante agricultura europea que, en suelo aluvial más profundo, produce el sol más luminoso del continente”.
Propia de las vegas media y baja del Segura, a un lado y otro del río Guardamar, el origen de la barraca, construcción auténtica, funcional, de bajo coste y sincera arquitectura, además de vivienda por excelencia de las zonas aluviales hasta el siglo XX y hoy prácticamente desaparecida del paisaje de la huerta, no es del todo cierto: poco sabemos de épocas anteriores a la Reconquista pero mucho de sus peores enemigos, el fuego y las riadas que en pocos minutos podrían destruir lo que se había levantado con tanto esfuerzo, tiempo y cariño.
En 1879, con motivo de la inundación, La riada de Santa Teresa, que asoló Murcia, el arquitecto Marín-Baldo Caquia, José. Murcia, 10.VI.1828 – 28.I.1891, diseño barracas sobre zancos —a modo de palafitos— para evitar que las riadas destruyeran las viviendas campesinas. y como dato curioso incorporo al diseño un balcón que se podía desmontar y convertirse en una balsa con capacidad suficiente para salvar a una familia.
A proposito de los palafitos o construcciones elevadas en zonas inundable no dejeis de ver este proyecto, La casa de la Mota, Premio de Arquitectura de la Region de Murcia. Realizado por el arquitecto Antonio Abellan Alarcon.
Una propuesta muy interesante.
Dice una canción popular del siglo XIX: «La tengo bajo una higuera, junto a la cieca de Meana, le cantan de día los pájaros por las noches las ranas; es fresca si hace calor, en invierno es una manta, y, ni el Palacio del Rey, vale más que mi Barraca”.
En su poemario de 1898 “Aires de Murcia”, el archenero Vicente Medina dedicó unos sentidos versos a su barraca “revocada de yeso que está que a la vista encanta, tó lo que tiene de humilde, tiene de limpia y de blanca y mi mujer ha hecho de ella una tacica de plata”:
https://www.youtube.com/watch?v=YNcGDxhhNDQ
Orientada a mediodía, escondida entre limoneros y naranjos con suave olor a azahar, con moreras en su puerta y jazmineros en sus laterales, en el exterior el horno moruno para el pan y el pozo de agua, se ubica la barraca que solía durar la vida de la pareja que la había levantado, encargándose desde amasar los adobes hasta conseguir las puntillas blancas de las sábanas, con ayuda de un familiar o amigo experto “barraquista” y con materiales extraídos del entorno inmediato.
Debajo de la ventana, un banco; al pie de las paredes laterales, un pequeño terraplén donde los geranios y otras plantas plantadas como zócalos floridos retienen la tierra y evitan las humedades y contrastan con la blanquísima cal de las paredes remedio para el calor, la humedad y la desintegración del barro.
Atobas, testeros y mixtas
La manera de construir los muros de la barraca, como escribió Jorge Aragoneses, admitió una triple solución que distingue los tres tipos de barraca murciana: La de atobas, testeros y la mixtas.
La barraca de atobas
La mas usada entre las clases mas acomodadas, estaba construida con pesados adobes de 40 cm x 35 cm x 5 cm amasados con paja y secados al sol.
Los terrones de tierra, llamados tolmos o tormos, se desmenuzaban a golpe de legón que era el azadón murciano.
Después se vertía agua de la acequia y se añadía la conveniente cantidad de paja que evitaba agrietamientos al secarse.
Con la masa se iban llenando moldes de madera que se dejaban secar sobre una era o algún bancal en barbecho.
Cuando se disponía de cantidad suficiente se empezaban a levantar los muros, procurando que fueran lo más verticales posibles.
Los adobes se trataban con barro, enluciéndolos después.
Escribe Reverte Salinas en 1963: “Recuerdo que era frecuente hace cincuenta o sesenta años ver en las huertas montones de adobes, muy bien apilados y recubiertos de cañas o carrizos con sus hojas o alcazabas de maíz. Se protegían de esta forma para evitar que la lluvia los deshiciese”.
La barraca de testeros
Difería en la estructura de sus muros y también en la distribución interior.
Más elemental que la de adobe, solía ser una cabaña o choza de una sola habitación con fachada y contrafachada construidas con un entramado de troncos de morera entre 40 y 50 centímetros de separación.
Las fachadas laterales o testerostambién se hacían con “laeros” o troncos de morera empotrados en el terreno y entre ellos cañizos revestidos de yeso o barro.
La barraca mixta
La fachada principal y trasera se construían de atobas y la lateral o testero con “laeros”.
Una viga servía de caballete o lomera y soportaba toda la cubierta.
Desde las paredes laterales que hacían de base de lomera se cruzaban los frágiles palos de cibarones o chopo, raras veces de pino, incluso se hacían de gruesas cañas atando varias entre sí.
Sobre ellos se cruzaban cañas que se sujetaban con cuerdas de esparto, siendo estas horizontales y las guías más gruesas en sentido de la pendiente, sobre ellas, normalmente iban otras espaciadas a 40 cm. a las que se ataba la broza que formaba la capa exterior de la cubierta con un vuelo o alero llamado “polsera” sobre la que se iban colocando de abajo arriba las demás hiladas, a esto se le llama el “mantar”, tejidas solapadas 1’10 m. sobre la anterior, de paja sisca o cualquier gramínea que cubriese y fuera resistente a la humedad.
Al llegar a la cumbrera, lomera, carena o caballete, como vulgarmente se llaman a las cubiertas a dos aguas, también era frecuente usar el albardín o esparto fino. Una vez terminada la barraca, en la parte delantera superior se colocaba una cruz.
De planta rectangular de entre 6 a 8 metros de largo por 4 a 5 de ancho, en alzado las fachadas laterales eran sendos rectángulos y los frontales unos pentágonos terminados en ángulo muy agudo sobre los que reposaba la lomera de la cubierta.
El ingreso se orientaba a mediodía en la fachada principal donde se abría una ventana, incluso dos. En el umbral de la puerta, una rama fuerte de higuera, albaricoquero, morera. De estas maderas también se fabricaban los barrotes verticales y la sección cuadrada que llevaban las ventanas.
Terminaba la construcción de la barraca con la cubierta, la parte más delicada que exigía mano de obra muy especializada también para su reparación y mantenimiento. Su fuerte inclinación y la superposición de los “mantados” determinaba que el agua de la lluvia torrencial resbalase por la superficie vegetal poco impermeable, evitando también la putrefacción.
La cimentación de la barraca era poco profunda como corresponde a una estructura ligera asentada en terrenos de tierra arcillosa en donde capas o mantas de aguas subterráneas solían encontrarse muy cerca de la superficie.
Además, el río al salirse de su cauce en las frecuentes inundaciones dejaba abundantes encharcamientos.
Por este motivo hay estudios que afirman que la barraca, concretamente la de testeros que está clavada y no edificada sobre los suelos húmedos de la huerta, es una derivación de los antiguos palafitos, viviendas prehistóricas que construyeron los habitantes de las zonas pantanosas y de las orillas de los ríos y que, al igual que el hórreo gallego y asturiano, obedecería al medio climático o económico.
En sus estudios, Lampérezsin embargo apunta que la barraca tiene cimentación y por tanto no puede proceder de los palafitos.
Los materiales de construcción pertenecen a su entorno y requieren muy poca o nula manipulación: tierra arcillosa de la huerta, agua de acequia, madera de árbol, cañas de los márgenes de las acequias, cal y cordel de esparto.
Distribución
En su interior, dos piezas únicas: la entrada y la alcoba.
Además de cocina, en invierno la primera servía de comedor y cuarto de estar ya que durante el resto del año el buen clima permitía realizar a diario el quehacer doméstico y las tertulias al aire libre, delante de la puerta, bajo su emparrado o a la sombra de cualquier higuera próxima.
En ella se encontraban el fogarín o cocina, la chimenea, el tinajero y el jarrero que Jara Carrillo describe como “el rincón más hermoso de la casa del huertano”.
Por su parte, Jorge Aragoneses escribe que al tinajero murciano se le ha llamado “altar doméstico consagrado al agua”por ser elemento esencial para la vida del hombre y porque el huertano celebró a su vera uno de los ritosmás importantes y tradicionales: el de la aceptación del pretendiente tanto por parte de la futura novia como por el “jefe” de la casa. Pedía el mozo permiso para beber en una de las jarras de picos que “tresmaban”orezumaban en el tinajero. Si la moza bebía en la misma jarra, aceptaba el noviazgo, si tras ella lo hacía el padre el gesto formalizaba el contrato prematrimonial.
Las tinajas rojas de las alfarerías de Espinardo,Totana y Toledo, adornadas con paños enblanco y rojo o de ganchillo coronadas con tapadores de madera pintados de azul, guardaban el agua de la acequia, transportada en cántaros por las mujeres o bien traída en mula por vendedores ambulantes o en carros particulares tirados amano.
Junto a las tinajas, la cántara amarilla pálida de Aledo, la jarra de rollo lorquina, el botijo con forma de gallo, los lebrillos verdes, azules y violetas, los jarros vidriados, las fuentes y ensaladeras circulares, losgrandes“azafates” de loza cuadrados y rectangularesy algunabandeja pequeña de cobre.
Delante de ellas, la copas de “repizco”, las tazas de café, pequeñas jarras de lustre metálico, tres o cuatro botellones, jarras de vidrio, alguna sopera y el frutero de loza.
Además, una mesa tocinera y sillas, de ocho a diez, de poca altura con asiento de esparto entrelazados y patas y respaldo de morera en las que solo se sentaban el huertano y sus hijos varones, mientras que la mujer y las hijas comían de pie, en el suelo, sobre el arca, o simplemente caminando.
Las piezas metálicas del menaje se distribuían también siguiendo unas detalladas normas: las sartenes iban al sartenero, nicho abierto en uno de los lateralesdela lumbrebaja,alabrigodelacampana.
Los cazos, raseras, rustideras, apartadores, chocolateras, y planchas podían colgarse sobre la pared de la entrada, como lo describe Marín Baldo en un episodio novelesco del “SemanarioMurciano”:
“En un lienzo de la pared se haya colgada la batería de cobre en la que aparecen tres o cuatro y más chocolateras, alguna de ellas extremadamente grande, pero así como los otros utensilios que venimos describiendo, jamás se usan. Allí estaba de adorno y nada más. Sólo en alguna solemne ocasión suelen hacer un chocolate en la huerta de Murcia.
Yo recuerdo cuando a la tía Pepa la Cavernera, que vivía en el partido de La Flota a la salida de Puerta Nueva, le preguntamos un día cómo estaba su marido… Y la pobre mujer muy afligida nos contestó diciendo: “Mumalico. Anoche pensamos que se nos iba a rematar y hubo que dalle el chocolate, el pobre, pero me paece que no escapa de ésta”.
Es decir, que el chocolate se aplica a los enfermos, las recién paridas también suelen tomarlo y en los bautizos y las bodas es cuando se luce la gran chocolatera a la que le caben dos litros y más de este brevaje”.
Trébedes, tenacillas y parrilla descansaban junto a la lumbre.
El calentador de cama permanecía en discreto lugar de la alcoba y el brasero, en algún muro de la cocina.
Colgando del techo, las caracoleras o caracolas para avisar de avenidas o inundaciones, también para señales entre vecinos.
Según la descripción de Fulgencio Sánchez Riquelme, la tercera parte de la superficie de las barracas se destinaba a uno o dos cuartos aunque algunas veces tan solo un par de sábanas tendidas separaba el lecho del matrimonio del de los hijos mayores y hasta de algún posible invitado.
La cama del matrimonio, el tablao, estaba formado por un lecho de cinco o seis tablas apoyadas sobre unos banquillos de patas torneadas sobre el que se colocaban de cinco a siete colchones rellenos de perfolla, la hoja seca que protege el maíz.
Sobre ellos se disponían sábanas y el correspondiente cobertor.
Aseguran los escritos que rara vez el huertano dormía en ella ni tampoco la huertana que solo lo hacía en los partos. Habitualmente se usaba el catre de tijera, de pino pintado y con lecho de soga.
En la alcoba quedaba el arcade pino rojo, clavazón dorada y con herrajes de chapa, donde se guardaban ropas de cama, vestidos de fiesta, los ahorros y, a veces, alguna pequeña herramienta que se podía perder.
De algunas de las paredes solía colgar una estampa devota de Nuestra Señora de la Fuensanta, San Blas, o de San Cayetano, santo muy milagroso y de gran devoción entre los huertanos.
También la Cruz de Caravaca o el blandón con el que el huertano acudía a las procesiones de Semana Santa.
Sobre la alcoba, y solo en algunas barracas, una cambra o cámara, a la que se llegaba trepando por una escalera de palos de morera, utilizada para guardar los aperos de labranza, secar las hojas de tabaco y los pimientos, criar de gusanos de seda y, algunas, de palomar, a la que se accedía mediante unos barrotes, incrustados en los ángulos de las paredes de adobe, por los que había que trepar.
El techo estaba construido en bisel, con el fin de que escurriera el agua de lluvia y no calara en el habitáculo; aún así, casi todas tenían goteras.
Aunque era costumbre asearse en el exterior algunas barracas tenían un pequeño lavabo en donde colocaban un zafero de madera para sostener la zafa, jofaina o palangana que, a veces, soportaba en la parte superior un discreto espejo y unas abrazaderas en los laterales para la toalla y el jabón.
A la izquierda del zafero, un soporte de madera para la jarra de agua.
El fogón solía ubicarse al aire libre sobre un poyo de obra protegido por un tambalillo de cañas.
Algunas barracas lo tuvieron dentro pero sin chimenea, ni respiradero.
Hasta el primer tercio del siglo veinte, el huertano se alumbró con distintos sistemas de luz artificial como la vela de sebo, la mariposa, la torcida en aceite y la mecha bañada en petróleo.
En enero de 1701, el corregidor Pedro de Reátegui ordenó la demolición de todas las barracas situadas en la parroquia San Antolín por el peligro de incendio que entrañaban sus techumbres.
En julio de 1724, algunos propietarios del pago de San Benito elevaron memorial al concejo de la capital para que hiciese observar la ordenanza que prohibía construir barracas en la huerta y disponía que fueran demolidas las que estaban en pie.
Tras la catastrófica Riada de Santa Teresa de 1879 que se cobró miles de vidas, y según recoge el “Diario de Murcia”, la Junta de Socorro de Madrid sacó a pública subasta la construcciónde 400 barracas en la vega de Murcia, con un presupuesto para cada una de 635 pesetas y cuatro céntimos.
En 1897, en el “Diario de Murcia” Díaz Cassou dio a conocer la siguiente composición anónima titulada “La Barraca” contra la orden del corregidor y que los ciegos cantaban por toda la ciudad: “
"El rey tié varios palacios, en Murcia hay ca vez más casas, er Corregidor la tiene,ca uno vive como arcanas, y ar fin y á la prepartia salimos con estas ánsias, que les ha dado por meterse con el probe é la barraca”.
La barraca valenciana
Mucha gente se pregunta cómo construir una barraca valenciana y complicado no es ya que tenemos que pensar que eran construcciones rudimentarias levantadas por huertanos y pescadores con escasos recursos y conocimientos técnicos.
Aun así, a día de hoy, todo se complicaría ya que el borró, la planta que se utilizaba para hacer los tejados,está protegida como especie autóctona de La Albufera.
Al igual que las murcianas, aunque un poco más grandes que estas, las barracas valencianas de estilo huertano son construcciones sencillas pensadas para una familia y sin grandes lujos con una parte rectangular en su planta o base a partir de la cual se coloca un techo de cañas, barro y borró de una inclinación considerable ya que sus extremos se juntan en forma de v invertida en la parte superior.
El contorno de puertas y ventanas se pinta de color azul para espantar a los malos espíritus de la vivienda.
En algunas de estas modalidades era posible construir dos barracas juntas, una adosada a la otra aunque independiente y destinada a establo y otros servicios. Existen incluso triples de dos y tres pequeños habitáculos, como algunas de Mallorca.
En la zona de la Albufera, concretamente en lo que fue isla del Palmar, existe otro tipo caracterizado por tener la parte más castigada de los vientos en fachada redondeada que vista desde lejos parece un barco tumbado al revés. También en La Albufera, las destinadas a criaderos de anguilas tienen las paredes de madera.
La particularidad de las de Cullera consiste en que sus paredes son de piedra por hallarse junto a una roca. La edificación para depósito de cebollas o “sebera” tiene también forma de barraca pero más baja, más larga y más estrecha.
Los materiales de construcción de una barraca tradicional valenciana son las piedras, usadas para juntar el barro y crear una base sólida y rectangular en la planta; el barro tanto para la base como el tejado además de servir para juntar y dar forma a las paredes y techo; las cañas para crear la estructura del techo o tejado; el borró con el que se cubre todo el tejado, otorgándole así cierta impermeabilización que junto a la inclinación del techo consiguen evitar la entrada y filtración de agua al interior de la barraca y la cal viva para cubrir todas las paredes para darle ese color blanco tan característico y un plus de limpieza y higiene a la construcción y su interior.
¿Y cómo es una barraca valenciana por dentro? Dos dormitorios, por lo general uno en la planta baja y otro en la primera planta o guardilla, una cocina-comedor, la parte principal y la más grande donde se cocina o se pasa el rato con la familia y la buhardilla o altillo donde se guardaban todos los víveres para comer y vivir durante todo el año, evitando que las ratas accedieran a ellos.
Como en Murcia, la barraca, uno de los iconos de l’Horta de València, está en peligro de extinción a pesar de la protección genérica desde 1998 con la Ley de Patrimonio Cultural valenciano.
De las 2.500 barracas que llegaron a registrarse en 1929 solo quedan en pie unas sesenta “y que cumplan la definición estricta de barraca sólo deben quedar dos”, como ha asegurado EnricGuinot, catedrático de Historia Medieval y codirector de la Càtedral’Horta de Valencià.
Además de las visibles también existen las que están ocultas, las que no se ven porque han sido modificadas y convertidas en casas normales, con una tipología diferente en cuanto a forjados, recubrimientos y hasta usos de sus espacios internos.
Barraca sostenible
Un equipo de ingenieros de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) ha creado una vivienda autosuficiente, modular y con una demanda energética muy baja.
Se trata de Azalea, una reinvención de la típica barraca valenciana dirigida al compromiso con el entorno y las sociedades modernas, conscientes de la gran problemática que supone el gasto innecesario de energía en las casas actuales.
70 metros cuadrados y 7 metros de altura de innovación, sostenibilidad, energía y futuro que le han valido el premio “Arquitectura” en el certamen internacional Solar DecathlonEurope, financiado por el Departamento de Energía de Estados Unidos.
En el proyecto Azalea, que ha contado con la colaboración de LeroyMerlin para su construcción, han trabajado 45 estudiantes y recién graduados de la UPV con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, apostando por el ahorro energético.
Y es que la barraca, construida principalmente con madera y aislada con corcho, presenta una demanda energética muy baja. Asimismo, combina tecnología, materiales y técnicas ya existentes para obtener soluciones innovadoras.
El exterior de la casa respeta la misma forma de la barraca y los diferentes espacios interiores se dividen idénticos a los tradicionales.
El resultado: una actualización de la típica barraca valenciana adaptando la funcionalidad de sus diferentes espacios y formas al estilo de vida actual.
El primero es un espacio abierto amplio multifuncionalque puede ser utilizado como un simple espacio para cenar, convertirse un cine o en un lugar para practicar yoga.
El segundo es el área de servicio, donde se ubican la cocina, dormitorio y baño.
Placas solares en la cubierta generan la electricidad suficiente para la vivienda. En la fachada principal se han colocado lamas motorizadas que se regulan automáticamente según la posición del sol. Las ventanas incorporan un mecanismo de apertura y cierre según la temperatura interior, una solución que permite un enfriamiento pasivo del interior.
Si quereis saber mas de estas construcciones vernaculas tradicionales no dejeis de echar un vistazo al trabajo de Alejandro Lavid e Isabel Tort para la Universitat Politècnica de València sobre el estudio de la barraca desde un punto de vista de la eficiencia energetica y los aspectos climaticos de esta construccion tradicional.
Un trabajo muy completo sobre la arquitectura vernàcula de las barracas, construcciones que debemos recuperar y mantener y que deberian de formar parte del patrimonio cultural español.
Y como dicen ellos:
" La intención de este trabajo es poner en valía estos conceptos de siglos pasados y, recopilar y aportar los conocimientos básicos para poder construir una barraca valenciana al estilo tradicional mediante las técnicas utilizadas antiguamente pero adaptándolas a la actualidad, sin que ello deteriore el concepto vernáculo y de arquitectura popular presente en la huerta de Valencia".
Espero que este post os guste y sobre todo que os parezca interesante e inspirador y que nos haga reflexionar sobre el rico patrimonio que tenemos en España.
Escrito por Victoria Viudes, periodista, viajera y escritora.
Bibliografia y fuentes consultadas:
Universidad Politecnica de Valencia.
La barraca murciana por Francisca Soldevila Iniesta.
Antonio Botias, cronista oficial de Murcia.
Pedro Pina: Sistema vernaculo de autoconstruccion de la barraca tradicional de la huerta murciana.
La eco-barraca made in Valencia.
Las fotografías antiguas que aparecen en este blog han sido fundamentales como apoyo documental. Las fuentes principales de donde se han obtenido de libros recopilatorios, otras webs o estudios publicados, y no directamente de sus propietarios.