15 January 2018, 0 Comentarios

El patio en el mediterráneo

En el mundo mediterráneo grecolatino, precedente directo de nuestros patios peninsulares, podemos constatar milenios de adaptación cultural y climática.

De las chozas circulares de entramado vegetal se pasó desde sus más tempranos momentos a la construcción en tierra (tapial y adobe) y a la piedra como técnicas constructivas, lo que determinó otras formas arquitectónicas más complejas.

Estos materiales, en combinación con vigas y cuartones de madera, motivan la construcción de casas poligonales, aun manteniendo la misma estructura funcional de origen. Suele diferenciarse también el patio del corral, atendiendo este último a una función más específicamente ganadera.

Por su ubicación dentro del conjunto, el patio ocuparía un lugar central dentro del edificio, y el corral una posición secundaria y lateral, aunque por sus funciones, consideramos que debe primar el uso frente a otras consideraciones, resaltando en todo caso esa multifuncionalidad desde su origen, y aunque modernamente se haya especializado su uso en extremo.

Los nuevos sistemas constructivos posibilitaron también la construcción en altura, con lo que sus patios permitieron optimizar otra de sus cualidades: regular la temperatura, posibilitar la aireación e iluminación de la construcción (determinismo ambiental).

No cabe duda, que el desarrollo urbano limitó con el tiempo esos usos tradicionales propios de los modelos de supervivencia precedentes, gracias a la mayor complejidad social de esas culturas.

Desde un punto de vista climático, el patio permite regular la temperatura cuando se incorporan elementos de agua, sombra y vegetación. La construcción en altura favorece estas posibilidades, al reducir la incidencia directa del sol y permitir la evacuación del aire caliente por efecto de tiro del patio.

Pensemos que las temperaturas actuales habrían sido similares a las de hace 2-3 milenios, pues las que conocemos hasta estos últimos años, se vieron reducidas por la micro glaciación iniciada en torno al s. XIII, por causas volcánicas.

Por ello, las ventajas del patio son más evidentes.

La incorporación del agua en forma de pozo o aljibe, aparte de aprovechar las aguas de las techados, así como su uso en el desarrollo de jardines desde su más temprana edad, tanto en el mundo egipcio como en el periodo romano, posibilitó completar el concepto del espacio privado e íntimo con el de paraíso, que subyace en los orígenes del jardín como ordenación vegetal.

Otro origen del patio puede remontarse incluso al concepto del "Megaron micenico". Este elemento, habitualmente interpretado como el salón principal en los palacios de esa época, es uno de los precedentes del templo griego, y el templo no deja de ser una casa: la del Dios. En su centro se localizaba un hogar circular que tenía una salida de humos, delimitado este espacio a cielo abierto por cuatro columnas, respecto al resto de la estancia.

Vemos por lo tanto, que el mégaron era un espacio semiabierto, habitual en climas de extrema calidez.

De hecho, esta idea se perpetúa en los patios con espacios porticados, cuya máxima expresión funcional tendríamos en el mundo hispano árabe, con en el patio de los Leones en la Alhambra de Granada.

Por lo general, la construcción mediterránea, sobre todo urbana, es bastante introvertida. Se vuelca hacia el interior, dejando como norma general y al menos en sus orígenes, un mínimo de huecos exteriores, dando poca visibilidad a la identidad y rango de sus ocupantes. Esto realza la importancia de los patios como elemento vertebrador del edificio y espacio de socialización.

El medio urbano acentúa ese carácter privativo de las viviendas, sobre todo en las casas de las clases altas. El mundo griego desarrolla esa idea del patio como centro distribuidor, aunque también subyace esa idea de ocultación de la mujer en una sociedad patriarcal que se perpetuó hasta prácticamente nuestros días.

El patio romano

Pero seguramente sea el mundo romano el que dote al patio de su máxima expresión. La Domus romana de las clases acomodadas, solían tener dos patios principales. Tras un zaguán o vestíbulo de entrada, se llegaba a un primer patio o Atrio. Éste solía tener doble altura, con una abertura cuadrada o rectangular a cielo abierto, bajo el que se encontraba el Impluvium o estanque de recogida de aguas, que aportaba gran frescura al espacio.

 

Este patio, de representación por excelencia, albergaba toda una serie de elementos de ostentación social: obras de arte, mosaicos y frescos, retratos y máscaras mortuorias de antepasados, los dioses lares, etc. Precisamente por esa frescura, las estancias dormitorio o cubícula, daban generalmente a esta patio.

El siguiente patio era porticado, con mayores dimensiones a cielo abierto. Podía albergar juegos de agua y jardines, con plantas medicinales y  flores: Mirtos, jazmines, parras, laureles, cipreses, palmeras o rosales, entre otras plantas, pero con preponderancia de las plantas olorosas.

El jardín se entremezclaba con estatuas, vasos de mármol y mosaicos, en ocasiones con estanques y canalizaciones, que podían albergar aves ornamentales. Simbolizaba la idea oriental mediterránea de representación del paraíso como espacio de naturaleza ordenada.

A este espacio daban generalmente los comedores o triclinium y el tablinium, biblioteca y/o lugar de trabajo. Por lo tanto, los patios eran espacios complementarios a las funciones de las diferentes estancias. Sin duda los mejor conservados para observar estas características, son los de Pompeya y Herculano en Nápoles.

Este esquema general de la Domus urbana se ampliará al máximo, tanto en palacios como en las Villas rústicas. El palacio será la máxima expresión constructiva del ámbito privado de Roma, en el que se incorporarán con el tiempo elementos propios de los pueblos conquistados, en ocasiones más avanzados culturalmente y de sumo refinamiento. Para ello, los patios multiplicarán sus dimensiones y riqueza de ostentación, como reflejo del poder estatal.

Podemos destacar la Villa Adriana de Tívoli, la Domus Áurea de Nerón, las villas de recreo de Tiberio en Capri, entre muchísimos otros ejemplos.

En cuanto a las Villas rústicas, los tratadistas diferencian los patios propios de la casa del propietario, de los que funcionalmente daban servicio a esclavos y servidumbre en general.

Autores clásicos como Columela o Paladio, entre otros muchos, acentúan las ventajas ambientales de estos elementos así como de los conjuntos de los que forman parte, añadiendo variables como la orientación, vertiente en el marco del paisaje circundante o relación con otros elementos del conjunto con el fin de evitar malos olores, corrientes de aire no deseables, etc.

Su éxito funcional lo perpetuaron en el tiempo, en lo que hoy conocemos como cortijos, ventas, masías o casas de campo tradicionales en el agro peninsular, a los que formalmente tanto se parecen.

En el bajo imperio, con la huida al campo de las clases acomodadas, las villas se multiplican y desarrollan en extremo. Simbólicamente, reflejarán a escala las características estructurales del Estado, siendo autosuficientes desde un punto de vista económico, defensivo e industrial. Por ello, aparecerán otras estructuras en planta, incluso patios circulares o exagonales, en cuyos soportales podían llegar a exhibirse colecciones de objetos, como la de estatuaria de Valdetorres de Jarama en Madrid.

Con el paso del tiempo, el prestigio y la capacidad defensiva de esos propietarios, atraería a poblaciones sin recursos, dando lugar con el tiempo a muchos pueblos medievales. El término Villae aún mantiene su vigencia en términos jurídicos. En el medio urbano, aparte de las casas de mercaderes y patricios, la especulación urbanística -como hoy en día-, favoreció la construcción en altura para casas de vecinos.

Famosa fue esta tipología en el barrio de la Suburra en Roma. El edificio giraba en torno a un patio central para aprovechar las ventajas citadas, en cuanto a aireación, regulación de temperatura, luz y espacio de socialización. Su aspecto sería el de las hasta hace poco comunes, Corralas madrileñas.

Con la decadencia del imperio, los monasterios perpetuaron el patio, que pasará a denominarse Claustro y atrio. Morfológicamente igual, funcionalmente se adapta a los usos específicos determinados por la vida monástica: deambulatorio para los monjes, cultivar de plantas medicinales, lugar de enterramiento, scrptorium ocasional, etc. Incluso en época muy tardía, los jesuitas especializaron algún patio como colegio o talleres en sus misiones americanas. Aunque en sus orígenes, los claustros eran de planta baja, con el tiempo multiplicaron sus galerías en altura, lo que mejoraría sus condiciones micro-climáticas.

En los palacios medievales, que por su carácter militar muchas veces toman la forma de casa fuerte o castillo, se consagra el patio de armas como espacio de uso específico y centro del edificio.

La expansión musulmana por el norte de África, que culminará con la conquista y ocupación de la península ibérica, traerá en apariencia, novedosas formas y sistemas constructivos.

Estas novedades no dejan de ser las mismas formas constructivas romanas, aunque específicamente orientales. En realidad, solo puede hablarse de una arquitectura romana, cuando nos referimos a la arquitectura oficial, de representación, de las obras públicas, etc.

La arquitectura privada seguía manteniendo sus características regionales y ancestrales, incorporando elementos propiamente romanos, como cualquier otro pueblo sometido durante un periodo de tiempo largo. De echo, si nos fijamos en la arquitectura privada de cualquier provincia romana, veremos que no deja de ser una readaptación contínua a su medio, eso sí, con la incorporación de elementos romanos. Por lo tanto, no puede hablarse de una homogeneidad constructiva en el imperio, y menos aún, si consideramos los casi mil años que duró la influencia romana en el mundo mediterráneo.

Con todo esto, no tratamos más que llamar la atención, de lo que supuso la llegada de nuevas formas constructivas por ocupantes sirios en el s. VII, gentes con barniz romano, convertidas a una nueva ideología, pero de orígenes en un medio desértico. Lo que trajeron sus dirigentes, pues los contingentes eran principalmente bereberes norteafricanos, al margen de las formas decorativas, será arquitectura oriental con aportes romanos.

El patio doméstico árabe, denominado wast al-dar (centro de la casa), sigue siendo un espacio de uso polivalente en un clima cálido. Responderá al carácter individualista e introvertido de los pueblos árabes de origen nómada.

Esa introversión, que oculta la casa de cualquier mirada indiscreta, permite desarrollar la sociabilidad familiar, mediante este espacio abierto. Este aspecto se acentúa por el celo patriarcal exacerbado de estos pueblos respecto a la mujer.

Como norma general, el acceso a las viviendas será tan intrincado como la propia trama urbana, con accesos en codo o sinuosos, fondos de saco, etc.

Las casas patio, convivirán con las casas torre, también con patio, generalizadas en el área suroriental de la península arábiga y el Atlas marroquí. Los edificios relevantes, conservarán la misma estructura, aunque multiplicando su complejidad constructivas y los detalles decorativos. Los palacios multiplicarán sus patios adaptados a diferentes usos, así fueran harenes o áreas de servicio.

Otra característica que, desde muestro punto de vista, se perpetuó desde el neolítico en los patios de oriente próximo y mesopotamia, es la ausencia total o parcial de cierre del patio, respecto a las estancias circundantes. Es decir: la extensión en extremo de los soportales o áreas porticadas.

Para paliar aún más el calor, los palacios desarrollaban conducciones y surtidores de agua con suelos de mármoles que, no solo refrescaban el ambiente, sino que aportaban su sonido característico, tantas veces glosado por los poetas árabes.

El agua, como permanente referente de un anhelo cultural, se completa con el ya citado sonido del agua corriendo y el olor, aportado mediante todo tipo de plantas, especialmente las olorosas, como el arrayán, el jazmín, nardos o el azahar de los naranjos y limoneros.

El desarrollo de todos los sentidos, su sensualidad y sensibilidad extremas, llegaran a su climax en palacios icónicos como el de la Alhambra, referente casi mítico en todo el orbe islámico.

El patio de los Leones es sin duda la máxima expresión del mundo simbólico  y el refinamiento de las clases dirigentes musulmanas mediterráneas. En él, el espacio abierto y la extensión de los espacios porticados, apenas difieren al nivel del pavimento, quedando imbricados con los parterres mediante los juegos de agua.

Las columnas y mocárabes de sus yeserías, al igual que en el Egipto faraónico, rememorarán espacios arbolados en esas evocaciones al Paraíso.

Sin embargo, no debe olvidarse lo tardíos que son estos palacios (S. XIV-XV) y las sin duda influencias de su entorno.

Otros ejemplos fascinantes los tenemos en patios como los de los Reales Alcázares de Sevilla, Medina Azahara en Córdoba o la Aljafería de Zaragoza. 

Las casas domésticas, mantendrán el patio, aunque no necesariamente como elemento central rodeado de habitáculos, pudiendo tener en muchos casos, solo tres o dos de sus lados construidos, y casi siempre, descentrado respecto al resto de la vivienda.

 

Otro tipo de construcciones mantendrán los patios como centro de sus actividades, como Madrasas (escuelas coránicas), caravasares (albergues de caravanas camelleras) o los propios patios de las mezquitas, donde los fieles podían realizar sus abluciones a la sombra de los cítricos y en el frescor de los juegos de agua.

No queremos dejar de citar las casas soterradas del norte de áfrica y próximo oriente, en las que el patio excavado en el terreno, da paso a  toda una serie de habitáculos, en ocasiones a varios metros bajo el nivel del suelo.

  

Esta tradición pudo darse en la península, como podría derivarse por la Tumba del Elefante de Carmona, que refleja en la morada de los muertos, una tipología que debía ser común entre los vivos de ese momento.

La tradición constructiva medieval cristiana en el ámbito mediterráneo, heredará el patio de las culturas precedentes, entre otros sistemas constructivos. Esta solución tan exitosa, sufrirá las lógicas modificaciones e impronta que cada momento imprime frente al anterior.

Con el renacimiento, los patios se regularizarán. La construcción orgánica de la arquitectura tradicional, se regularizará con la planificación de los arquitectos. De hecho, será el elemento que invariablemente mantendrá su forma espacial regular, buscando siempre la centralidad  y la simetría respecto al resto del edificio.

Pero no podemos dejar de insistir en el peso enorme de la tradición que los cambios culturales solo modificarán superficialmente.

En la península ibérica, en su mayor parte, en las construcciones y sus patios, seguirá primando la irregularidad, determinados por la propia irregularidad de los trazados medievales. Incluso palacios y edificios religiosos deberán adaptarse al espacio disponible.

No debe olvidarse que muchísimos núcleos urbanos se localizaban en altura, a la vera de las fortificaciones que protagonizaron el periodo reconquistador.

Otros reinos conseguirán resultados más exitosos por localizarse sus núcleos urbanos en medios, morfológicamente más llanos. A partir de este momento, cualquier edificio emblemático gozara de patios como fuente de salubridad y luminosidad: hospitales, ayuntamientos, etc.

En el sur peninsular, nos encontraremos con esa simbiosis cultural entre la tradición musulmana, tan presente en las arquitecturas que pervivieron a la conquista, y la renacentista. En ocasiones se dan variables que mejoran aún más las condiciones climáticas del patio.

Así podemos ver como en Andalucía, la cancela metálica puede conectar directamente la calle con el patio, favoreciendo las corrientes ascendentes de aire y permitiendo su acceso visual: Otra forma de distanciarse de la tradición musulmana precedente, en su empeño por aislar el exterior del interior del edificio. 

El renacimiento del norte de Europa, tan influenciado por el renacimiento del Sur, reproducirá el patio, a pesar de las contradicciones que pudiera haber por el determinismo ambiental. En parte esto se mitigó con el empleo del cristal en las ventanas, pero sobre todo, con su abaratamiento y generalización con las Reales Fábricas, impulsadas por la Francia de Colbert.

Hoy en día, las tradiciones, no solo han dejado de tener el protagonismo de antaño, sino que son intencionadamente despreciadas y desechadas.

La permanente búsqueda de novedades y las nuevas tecnologías asociadas a la construcción, han permitido solventar muchas de las soluciones tradicionales, aunque a buen coste económico.

Sin embargo, muchas de éstas son contradictorias con los principios de sostenibilidad, por lo que paulatinamente la sociedad vuelve sus ojos hacia esas soluciones producto de la práctica milenaria, del error y acierto, y de la adaptación natural a las condiciones climáticas.

 

Y no podemos dejar de mencionar aquellos elementos que son protagonistas indiscutible de cualquier patio.

Nos referimos a los brocales de pozo, las fuentes, las cancelas, los pilones y abrevaderos y por supuesto sin olvidarnos de los jardines y albercas.

 

 

 

En Anticuable podéis encontrar muchos de estos elementos que han conformado la historia de nuestra querida y peculiar arquitectura mediterránea.

Espero que os haya entretenido esta breve historia sobre el patio en el Mediterráneo.

Textos y contenido:

Fernando Velasco Steigrad. Arqueólogo.

Técnico arqueólogo de la Dirección General de Patrimonio Histórico.

Aquí podéis encontrar mas información sobre sus trabajos:

Comisión de seguimiento del plan nacional de arquitectura tradicional.

Dialnet.

Fotografías:

Houzz.com

- Gladiatrixenlaarena.com.es

- El palacio de Viana, Cordoba.